
Un equipo internacional de científicos reveló recientemente nuevos conocimientos sobre el comportamiento extremo del Sol y los riesgos que plantea a la Tierra. Midieron los niveles de radiocarbono en árboles antiguos conservados en los Alpes del sur de Francia. Los troncos de esos árboles, cuyo proceso de fosilización no estaba completo, fueron cortados en pequeños anillos individuales. Su análisis identificó un aumento sin precedentes en los niveles de radiocarbono que ocurrió hace precisamente 14 300 años. Al comparar este pico de radiocarbono con mediciones de berilio encontrado en núcleos de hielo de Groenlandia, el equipo propone que
el pico fue causado por una súper tormenta solar masiva que habría expulsado enormes volúmenes de partículas energéticas que interaccionaron con la atmósfera de la Tierra.
El radiocarbono se produce constantemente en la atmósfera superior de nuestro planeta a través de una cadena de reacciones iniciadas por los rayos cósmicos. Recientemente, los científicos han descubierto que los fenómenos solares extremos, incluidas las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal, también pueden crear explosiones de corta duración pero muy potentes de partículas energéticas que afectan a la atmósfera terrestre y que se conservan como enormes picos en la producción de radiocarbono.
No sabemos qué causa que se produzcan tormentas solares tan extremas, con qué frecuencia pueden ocurrir o si de alguna manera podemos predecirlas. Su naturaleza exacta sigue siendo muy poco conocida ya que nunca han sido observadas directamente. Las mediciones instrumentales de la actividad solar solo comenzaron en el siglo XVII con el recuento de manchas solares gracias a los recién inventados telescopios. En la actualidad obtenemos información detallada del Sol en muchas longitudes de onda utilizando observatorios terrestres, sondas espaciales y satélites. A pesar de esto, todos estos registros instrumentales de corta duración son insuficientes para una comprensión completa de nuestra estrella a más largo plazo. El radiocarbono medido en los anillos de los árboles, utilizado junto con el berilio en los núcleos de hielo polar, proporciona la mejor manera de comprender el comportamiento del Sol en tiempos más remotos.
Gracias entre otras a estas técnicas se ha establecido que nueve de estas tormentas solares extremas ocurrieron en los últimos quince mil años, siendo las más recientes en los años 774 y 993 de nuestra era. Pero la tormenta solar más grande observada directamente ocurrió en 1859 y se conoce como el Evento Carrington, por el nombre del astrónomo que la detectó. Causó una perturbación masiva en la Tierra: destruyó los incipientes sistemas de comunicaciones por telégrafo, volvió locas a las brújulas y creó unas auroras nocturnas rojizas tan brillantes incluso a latitudes medias que los pájaros empezaron a cantar, creyendo que el Sol había comenzado a salir. Sin embargo, las tormentas solares extremas (incluida la recientemente descubierta de 14 300 años de antigüedad) habrían sido de un orden de magnitud mucho mayor en tamaño.
Una súper tormenta solar de esas características sería hoy catastrófica para la sociedad tecnológica moderna: podría destruir los sistemas de telecomunicaciones y satélite y provocar apagones masivos y prolongados de la red eléctrica, lo que acarrearía un caos a escala planetaria sin precedentes. Por ello es fundamental comprender los riesgos de estos eventos para prepararnos protegiendo nuestros sistemas de comunicaciones globales e infraestructura energética para el futuro y resguardarlos de posibles daños.
Autor texto: Ángel Gómez Roldán
Director y Editor de la revista Astronomía